30/4/13

Girls



Acabo de terminar de ver la segunda temporada de Girls, esa serie que recibe tantos halagos desmesurados como críticas crueles, pero que no creo que sea merecedora ni de lo uno ni de lo otro.
Dicen que es el fiel reflejo de una generación, pero yo nunca me he sentido identificada con sus personajes o sus historias; en realidad creo que es una hipérbole de un tipo de juventud muy concreto: estadounidenses acomodados provenientes de familias de clase media/alta sectarios de la tecnología en general y de Appel en particular. Y a partir de ahí la serie se adentra en  las consecuencias del egocentrismo desmesurado y del escaso sentido de la realidad de unos personajes que se desenvuelven en la subcultura hipster, que tan de moda está.
Una de las cosas que más me gusta es como se ha dado un giro de 180º a los roles tan estereotipados con los que empezó. Sin embargo, lo que han sufrido los personajes durante toda la serie es una caída libre hacia el infierno consecuencia de sus decisiones y actos que, milagrosamente y sin hacer ningún tipo de mérito, se ha detenido justo cuando estaban tocando fondo en los dos últimos capítulos.
Lo mejor: que es absolutamente surrealista y, en ciertos momentos, original y divertida. Lo peor: giros de guión inexplicables y algún capítulo de relleno de la segunda temporada.
Confío en que la tercera temporada recuperará la magia de la primera, porque de lo contrario esta serie habrá llegado a su final.

28/4/13

El amor en los tiempos del cólera



Sucede que soy de esas personas que no tienen ningún pudor en no terminar los libros, y lo hago básicamente porque la vida es corta, el tiempo de ocio más todavía y los libros muchos; así que cuando uno no me interesa lo dejo de lado. He de decir que me ha costado mucho llegar a hacer esto, y estoy orgullosa de ello.
Sucede también que creo en “el libro adecuado para el momento adecuado”, porque según lo que estemos viviendo una historia nos marca más o menos. Por eso suelo releer algunos libros, y dar segundas y terceras oportunidades a otros.

Esto es lo que me ha pasado con El amor en los tiempos del cólera, a la tercera ha sido la vencida. Aunque no ha conseguido engancharme del todo puesto que no me ha provocado ganas de leer a todas horas, cada vez que lo cogía terminaba con un montón de pensamientos revueltos (esto ya me había pasado antes, por ejemplo con El corazón helado de Almudena Grandes).
Me siento muy identificada con el amor a través del tiempo y la distancia, con la posibilidad de amar a varias personas a la vez, con la necesidad de separar sexo y amor.  Pero, sin duda, con esto:
 “Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a este artificio logramos sobrellevar el pasado”.

El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez (1985).

25/4/13

Festa della Liberazione




Hoy, 25 de abril, es la Fiesta de la Liberación que conmemora el 68 aniversario del fin de la ocupación nazi en Italia. Se considera este día como la fiesta nacional y es, sin duda, motivo de orgullo para los italianos. Las actividades previstas en Roma son manifestaciones, conciertos, exposiciones…

También hoy se celebra el 39 aniversario de la Revolución de los Claveles, que fue el inicio del fin de la dictadura salazarista en Portugal. Como en el caso anterior, se trata de una fiesta nacional que celebra la libertad y la democracia, motivo de orgullo para los portugueses. En Lisboa se han programado con este motivo conciertos, proyecciones…

Como todos sabemos, la fiesta nacional española es el 12 de octubre, que conmemora la toma de posesión de Cristóbal Colón de Guanahani o San Salvador, como fue rebautizada. Y creo que no hace falta explicar lo que fue la colonización española… Para celebrarlo tiene lugar un desfile militar en Madrid.

Saquen sus propias conclusiones.

23/4/13

Feliz día del libro




"El lector promiscuo: empieza un libro y no duda en abandonarlo por otro. Así es su dieta lectora. No puede evitarlo. Le gusta demasiado leer y no sabe decir que no.
El lector cascarrabias: voraz a la par que exigente. Nunca deja un libro a la mitad aunque no le guste nada y opine que el autor no sabe juntar dos frases seguidas con sentido. Suele lanzar el libro contra la pared.
El lector cronológico: lento y constante. Se compra un libro, lo lee y vuelve a la librería a por otro. Es la antítesis del lector promiscuo. Sólo abandona un libro sin terminar de leerlo si tiene una razón de peso y ni con esas se libra de los remordimientos de conciencia.
El lector aniquilador: siente pasión por los libros, los lleva a todas partes y, por eso, toda su biblioteca está formada por libros con las hojas sueltas, las cubiertas rotas y las páginas amarillentes. Quiere tanto a sus libros que ni se da cuenta de que les hace daño.
El lector ocupado I: amante de los libros, entra a una librería y no puede evitar comprar varios ejemplares. Luego llega a casa y los coloca en una estantería o en la mesita de noche como si fueran una obra de arte. Pero está muy ocupado y tarda meses, años incluso, en abrir los libros y leerlos. Cuando lo hace, lamenta haber tardado tanto en leer esa maravillosa pieza literaria.
El lector ocupado II: no le gusta leer, compra los libros para presumir.
El librófilo: más que leer, le gustan los libros. Los viejos, por su olor, sus arrugas y sus páginas amarillentas, y los nuevos, por su olor, su frescura y su disponibilidad.
El anti-lector: nunca lee libros porque son demasiado largos.
El espíritu libre: dícese de un adulto que lee literatura para jóvenes o de un niño que lee libros para adultos. Antaño esto era causa de sonrojo, pero ya no. La sociedad ha aceptado a estos espíritus libres que nunca han hecho caso de las estrictas categorías del mercado editorial.
El multi-tarea: lee varios libros a la vez, confunde tramas y personajes, pero siempre los termina. 
El lector somnoliento: sólo tiene tiempo de leer cuando acaba el día, en la cama. Está comodísimo y el libro es fantástico, pero no consigue mantener los ojos abiertos y se despierta a las tres de la mañana para cerrar el libro y apagar la luz."

Papeles Perdidos, 03/09/2012
The Atlantic, 29/09/2012

Fotografía: Andre Kertesz 

(Me identifico con el cronológico, el aniquilador, el librófilo y el espíritu libre).

15/4/13

La piedra paciente



Sucede a veces que una película se elige por descarte, porque las demás no se merecen el precio de la entrada. Este hecho es ya bastante arriesgado, pero si se selecciona una película en la que prácticamente sólo aparece una actriz, el riesgo se eleva al cubo. Sin embargo, también puede suceder que la fortuna se ponga de lado de una, y que la trama sea tan interesante que al encenderse las luces parezca que no ha pasado el tiempo.
Es cierto que la película es casi toda un monólogo, en el sentido estricto de la palabra, pero viene siempre acompañado de un dialogo mudo que no se queda atrás en intensidad. Muy reveladora.

"The patience stone", Afganistán, Francia, alemani, Reino Unido; 2012.
Director: Atiq Rahimi.
Reparto: Golshifteh Farahani, Hamid Djavadan, Hassina Burgan y Massi Mrowat.
Duración: 102 minutos.

9/4/13

Mi 'encuentro' con Jimmy Liao



Hace unos cuatro años le llevé a Los cuentos de La Luna, un ciclo de Cuentacuentos de un bar de Nunca Jamás, al que él no había ido nunca y al que yo estaba deseando volver. Esa noche contaba historias una pareja de actores que bien podrían ser parte de Los Niños Perdidos.
El primer cuento me estrujó el corazón, me dejó sin aliento: tenía todos los ingredientes que me hacen soñar.
Medio año después, yo estaba husmeando en una librería buscando un nuevo flechazo. Lo vi en la sección infantil, entre cuentos de animales y de “mamás y papás”, se me aceleró el corazón. Ahí estaba ‘esa’ historia.
Desde entones, los libros de Jimmy Liao forman parte de mí porque son como mirarse en un espejo. Las ilustraciones te dejan sin aliento, primero por el uso del color y, después, porque son mucho más complejas de los que parece a simple vista. Los textos son sencillos, directos, sinceros y sensibles. Me fascina especialmente como se trata la soledad y el sentimiento de ‘diferencia’..
Mágico.


Para ver y saber más: http://barbara-fiore.com/

7/4/13

La carbonara



Desde que vivo en esta ciudad, l’Urbe, la llaman; me he dado cuenta que en España no tenemos ni idea de cocina italiana. El españolito de a pie se prepara tan contento unos macarrones recocidos con tomate Orlando y chorizo y se cree merecedor de una estrella Michelin y un restaurante en la Toscana. Está bien soñar de vez en cuando.
Pero lo que realmente me alucina, y que me ha convertido en una ‘fascista’ de la comida, es que en los restaurantes que se hacen llamar ‘italianos’ cambien las recetas de platos con nombre propio como les viene en gana. Este es el caso de la carbonara, esa gran desconocida.
La carbonara no lleva nata, ni crema de leche como he oído decir. ¡La carbonara lleva huevo, y punto! Cuando estoy en España, compruebo antes de ir a un “restaurante italiano” cómo preparan este plato, y si no siguen la receta, no voy. Así que hace mucho que no piso este tipo de locales…
La carbonara es un plato típico del Lazio, más concretamente de Roma, aunque hay quien le atribuye un pasado Napolitano. En general, se prepara con pasta larga, pero también admite bien algunos tipos de pasta corta como los rigatoni (sí, aquí cada receta tiene asociado un plato de pasta, no existe el “todo vale”). La receta incluye, además, “guanciale”, lo que viene siendo papada, aunque se puede sustituir por panceta; y pecorino romano, un tipo de queso que puede cambiarse por parmesano.
La preparación es muy sencilla. Se cuece la pasta el tiempo que indica en el paquete (‘al dente’, por favor), al mismo tiempo de cocina la panceta en una sartén hasta que esté dorada. En un recipiente se baten los huevos con un poco de sal, pimienta negra y el queso rallado al gusto. Una vez hecha la pasta se mezcla con la panceta en la sartén, se devuelve a la olla de cocción y se añade el huevo, se remueve. Todo esto se debe hacer rápidamente, puesto que es el propio calor de la pasta, la panceta y la olla lo que cocina el huevo.
Buon appetito!

5/4/13

El mató a un policía motorizado




El mató a un policía motorizado no es el titular de una noticia de sucesos, es una frase de Jungla de cristal (Jonh McTiernan, 1988) que da nombre a una banda argentina formada por Santiago Motorizado, bajo y voz; Doctora Muerte, batería; Pantro Puto, guitarra; Niño Elefante, guitarra; y Chatrán Chatrán, teclados; pseudónimos inspirados en los de la lucha mexicana. Original, ¿no?
Su música es bastante fresca y las letras son cortas y repetitivas, como un estribillo constante: “… la voz forma parte de la pared de sonido. Pero las letras buscan en su simplicidad, la síntesis de una idea o concepto, creemos que en esas pocas palabras está un todo, aclarado, no hay que agregar nada más.”
Hay una canción que me hipnotiza especialmente: Mujeres bellas y fuertes
“Gritos toda la noche, el vecino y un cuerpo.
Por el camino de tierra, te vas.
Mujeres bellas y fuertes se han ido mi amigo, y no volverán.”


4/4/13

Sal con una chica que no lee



Sal con una chica que no lee. Búscala en la tediosa miseria de un bar del Medio Oeste. Búscala entre el humo, el sudor alcohólico y las luces de colores de una discoteca de moda. La busques donde la busques, encuentra una que sonría. Asegúrate de que la sonrisa sigue ahí cuando la persona que habla con ella deja de mirarla. Atráela con trivialidades poco sentimentales. Usa las típicas frases de ligue aguantando la risa. Sal con ella a la calle bien entrada la noche. Ignora el peso palpable del cansancio. Bésala bajo la lluvia, iluminados por la tenue luz de una farola, como viste en aquella película. Nota la insignificancia de ese beso. Llévala a tu apartamento. Hazle el amor como un trámite. Tíratela.
Deja que el ansioso contrato que habéis firmado sin querer evolucione lenta e incómodamente hasta convertirse en una relación. Encuentra afinidades e intereses comunes como el sushi y la música folk. Construye un muro impenetrable alrededor de ese terreno compartido. Haz ese espacio sagrado. Refúgiate en él cada vez que el aire se enrarezca o las noches parezcan no tener fin. No hables sobre nada importante. No pienses mucho. Deja los meses correr inadvertidos. Pídele que se mude a tu casa. Deja que la decore a su gusto. Peléate por cosas intrascendentes como por qué hay que cerrar la maldita cortina de la ducha para que no se llene de moho. Deja que pase un año. Comienza a notarlo.
Calcula que, probablemente, deberías casarte con ella porque, si no, habrías estado perdiendo mucho tiempo. Llévala a cenar a un restaurante muy por encima de tus posibilidades, en un cuadragésimo quinto piso. Asegúrate de que haya una hermosa vista de la ciudad. Pide con timidez al camarero que le traiga una copa de champán con un modesto anillo dentro. Cuando ella lo vea, pídele que se case contigo con todo el entusiasmo y la sinceridad que puedas reunir. No te preocupes demasiado si sientes que tu corazón se tira por una de las ventanas. En realidad, tampoco te preocupes demasiado si no sientes nada. Si hay aplausos, déjalos apagarse. Si ella llora, sonríe como si nunca hubieses sido tan feliz. Si no lo hace, sonríe igual.
Deja que los años pasen sin dejar huella. Haz de tu trabajo tu vida. Compra una casa. Ten dos niños preciosos. Intenta educarlos bien. Fracasa a menudo. Déjate llevar por una aburrida indiferencia. Cae en una tristeza indeterminada. Ten una crisis de la mediana edad. Envejece. Asómbrate de lo poco que has conseguido. Siéntete en ocasiones satisfecho, pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Cuando salgas a pasear, ten la impresión de que nunca fueses a volver, o de que el viento podría llevarte. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de darte cuenta de que la chica que no leía nunca hizo temblar tu corazón con una pasión significativa, que nadie escribirá la historia de vuestras vidas y que ella morirá también arrepintiéndose, aunque de forma suave e incierta, de que nunca hizo nada de su capacidad de amar.
Haz todo eso, bendito sea Dios, porque nada es peor que una chica que lee. Hazlo, insisto, porque una vida en el purgatorio es mejor que una vida en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee el vocabulario adecuado para describir esa insatisfacción amorfa que es una vida frustrada: un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y lo hace una necesidad accesible en vez de una maravilla extraña. Una chica que lee reivindica un vocabulario que distingue entre la retórica engañosa e impersonal de alguien que no puede amarla, y la desesperación inarticulada de alguien que la ama demasiado. Un vocabulario, maldita sea, que convierte esta sofistería vacía mía en un truco de feria.
Hazlo, porque una chica que lee entiende la sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura se dan a intervalos esporádicos, pero reconocibles. Una chica que lee sabe que la vida no es bidimensional; sabe y demanda con corrección que el flujo de decepciones venga con su correspondiente reflujo. Una chica que ha estudiado sintaxis siente las pausas irregulares –la vacilación en el aliento– endémicas de una mentira. Una chica que lee percibe la diferencia entre un momento de ira entre paréntesis y las arraigadas costumbres de alguien cuyo amargo cinismo seguirá y seguirá mucho más allá de cualquier punto de razonamiento, o propósito; seguirá mucho después de que ella haya hecho la maleta y dicho su reluctante adiós, y decidido que soy una elipsis y no un punto final; y seguirá y seguirá. Sintaxis que conoce el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Sal con una chica que no lee porque la chica que lee conoce la importancia de un argumento. Puede rastrear los límites de un prólogo y las agudas crestas de un clímax. Los siente en su piel. La chica que lee será paciente con un intermedio y agilizará un desenlace. Pero, sobre todo, la chica que lee conoce la ineluctable importancia de un final. Se siente cómoda con ellos. Se ha despedido de mil héroes con apenas una punzada de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque las chicas que leen son las que cuentan las historias. Tú con Joyce, tú con Nabokov, tú con Woolf. Tú en la biblioteca, en el andén del metro, tú en el rincón del café, tú en la ventana de tu habitación. Tú, que haces mi vida tan increíblemente difícil. La chica que lee ha prolongado el relato de su vida y rebosa de significado. Insiste en que sus narrativas sean ricas, sus secundarios variopintos y su tipo marcado. Tú, chica que lees, me haces querer ser todo lo que no soy. Pero yo soy débil y te fallaré porque tú has soñado como es debido con alguien que es mejor que yo. No aceptarás la vida de la que hablaba al principio de este texto. No aceptarás nada que no sea pasión y perfección, y una vida digna de ser contada. Así que, lárgate, chica que lees. Toma el próximo tren al sur y llévate tu Hemingway. Te odio. De verdad, de verdad, de verdad que te odio.

Charles Warnke




3/4/13

Llorando bajo la lluvia



El invierno de 2012 fue fantástico: un montón de días frescos y soleados que hicieron que me enamorase un poquito de esta ciudad, y es que pude dar tantísimos paseos en el centro sin sufrir ni las hordas de turistas, ni el calor mortal que va de mayo a octubre; a parte de lo increíble que fue poder correr siempre en el parque sin morir en el intento, no como me pasaba en Nunca Jamás (mi ciudad natal, caracterizada por inviernos muy fríos, primaveras frías, veranos de un mes, otoños frío y una estación continua de lluvia).
El invierno de 2013 está siendo el horror, prácticamente no ha parado de llover desde noviembre, y ya estoy más que harta. Siento como si me hubiesen tomado el pelo el año pasado, y no paro de pensar: “para esto mejor me quedaba donde estaba”. Porque esta ciudad bajo la lluvia es fea, asquerosa e incómoda. Es fea porque el gris del cielo no combina nada bien con lo sucio de las calles, y en las calles hay mucha suciedad. Es asquerosa porque la polución hace que el agua de lluvia no sea  ni incolora ni inodora, sino todo lo contrario. Es incómoda porque la ciudad no está preparada para este fenómeno meteorológico (en realidad no lo está para ninguno, pero bueno), así que el trasporte público funciona todavía peor de lo normal (fue aquí donde se inventó eso de “más peor”, sólo decir que el metro se inunda cada dos por tres) y porque el tráfico es “mucho más peor”.
Y lo que más me jode es que después de todo un año matándome para mejorar mis tiempos (hablo como si fuese una profesional, ya ves), ahora sería incapaz de correr 20 minutos seguidos a un ritmo decente; y es deprimente pensar que tengo que volver a empezar, en cuanto lo hago se me quitan las ganas de salir a correr. (Nota aclaratoria: sólo corro en el parque y no en pista o en la calle como todo hijo de vecino porque “el impacto con una superficie con tan poca capacidad de absorción” me destroza literalmente los músculos de las piernas y la espalada, la típica historia de “La princesa y el guisante”). Así que en este momento uno de mis mayores deseos es que el hombre del tiempo se equivoque y que mañana no llueva, ni pasado ni al otro;  y que ese parque que el año pasado me dio tantos buenos momentos deje de ser un barrizal para convertirse en una pista de cross.
Pero eso no es todo, lo peor está aún por llegar: el calor tropical de 40 grados a la sombra que no bajan ni por la noche. Y es que estoy absolutamente convencida que en el momento que ya no llueva más (que tarde o temprano llegará, digo yo), va a llegar el verano de golpe, y nos vamos a quitar el chubasquero (que palabra tan estupenda, chu-bas-que-ro) para ponernos directamente los pantalones cortos y las sandalias.
Y aunque pueda parecer que nunca estoy contenta, no es verdad, ¡yo quiero que sea siempre invierno de 2012!